Ivano-Frankivsk

En la consciencia de los turistas está arraigada la noción que Ivano-Frankivsk es sólo las puertas a los Cárpatos ucranianos. Por eso lo usan como punto de transbordo en el camino para los balnearios curativos y centros turísticos de invierno de Zacarpatya. Mientras tanto, esa ciudad maravillosa que está adornada por los parques verdes, las casas europeas y la gran cantidad de los monumentos históricos merece mucha atención.

La ciudad fue fundada por el hetman coronado, Andrzej Potocki, y él le nombró Staníslav, en honor de su padre. Esa fortaleza sirvió de defensa contra las incursiones de tártaros de Crimea y fue un centro importante para los magnates de Galitsia. Sin embargo, a finales del siglo XVIII la situación se cambio, y los Habsburgo apoderaron de la ciudad que permaneció bajo de su gobierno hasta la Primera Guerra Mundial. En 1918 se convirtió en la capital de la República Popular de Ucrania Occidental, un estado efímero, y en 1962, después de tricentésimo aniversario ya formando parte la URRS, obtuvo otro nombre, Ivano-Frankivsk. Su nombre nuevo se debe a un famoso escritor ucraniano y un activista social que hizo todo para la conservación de la lengua y cultura ucraniana en los terrenos occidentales.

Durante su auge, Ivano-Frankivsk fue un centro comercial y de artesanos que atraía a las personas de diferente procedencia nacional. Las comunidades hebrea, armenia y polaca fueron las más numerosas. La diversidad nacional se reflejó en la apariencia de la ciudad. Así, a Ivano-Frankivsk le da un encanto inolvidable los edificios diseñados de diferentes estilos. No obstante, a principios del siglo XX cuando la ciudad convirtió en la arena de las batallas horribles, una parte de los edificios de valor histórico fue destruida, sin embargo, en los años de posguerra los renovaron. A pesar de todo, Ivano-Frankivsk se distingue mucho por su elegancia sofisticada y el encanto particular.

Tradicionalmente el corazón de la ciudad es la plaza de mercado rodeada por las casas maravillosas construidas hace mucho. El original conjunto arquitectónico es semejante a la plaza de Lviv, por eso a Ivano-Frankivsk le llaman frecuentemente “pequeño Lviv”. En el centro de la plaza se yergue la Ratusha (Ayuntamiento), la única en Ucrania diseñada de estilo moderno. El primer edificio de Ratusha fue levantado aquí en el siglo XVII pero fue renovado varias veces. Su aspecto actual, la Ratusha obtuvo en 1932. Hoy en día el edificio de Ratusha alberga unas exposiciones del museo de etnografía territorial donde se muestran la colección del amueblado antiguo, armas y libros, y además funciona el centro de la información turística. Enfrente del Ayuntamiento está ubicada una de las fuentes más famosas de Ivano-Frankivsk, así llamada fuente huevo.

Cerca de la plaza del mercado se encuentran las perlas de la arquitectura sagrada de la ciudad. Se distingue mucho el edificio de antigua iglesia Armenia construida en el siglo XVIII del estilo barroco tardío. La iglesia albergó el museo de la historia de religión y ateísmo en los tiempos soviéticos y ahora ahí está la catedral ortodoxa de Santa Pokrova.

Además, no está lejos el edifico más viejo de Ivano-Frankivsk, la antigua iglesia católica de Santa Virgen María. Fue elevada en el siglo XVII y sirvió de tumba para la familia de Potocki. Hoy día aquí se sitúa el museo del arte donde se exponen las obras de pintura de iconos de Galitsia, los cuadros de artistas clásicos procedentes de Ucrania occidental y, además, las obras de los pintores polacos, austriacos, alemanes e italianos. Por añadidura, cerca está Catedral de Resurrección, antigua iglesia católica de la Compañía de Jesús.

Excepto las joyas de valor histórico y arquitectónico, Ivano-Frankivsk es famoso por ser la ciudad muy armónica y moderada. Por eso es muy recomendable pasar aquí uno o dos días antes de asaltar las cimas de los Cárpatos y practicar los deportes de invierno en la montañas cubiertas de nieve.

Calificación promedia
0
Puntuaciones: 0
Puntuación

 

Haz clic aquí para evaluar
Escriba comentario
Redacta el primer comentario